El Atlas de las Nubes / Cloud Atlas (Tom Tykwer, Andy Wachowski, Lana Wachowski 2012)

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‘El Atlas de las Nubes’ (‘Cloud Atlas’) podría haber sido un fenómeno sociológico como Avatar, pero naufragó. Sus detractores la acusaron de ser demasiado pretenciosa y de contener una dosis demasiado alta de filosofía barata. Pero, seamos honestos, la filosofía está sobrevalorada.

Como afirmo Cioran, algo así como un filósofo, «la filosofía carece de respuestas.» Es solamente una película, queridos críticos, no esperen nada trascendente. Pero, claro, surge entonces otro problema al enfrentarse a ‘Cloud Atlas’: también ha sido un catastrófico fracaso de público. Una cinta milimétricamente diseñada para arrasar en las taquillas de todo el mundo a duras penas consiguió recuperar su preuspuesto, que superó los 100 millones de dólares. ¿Las razones de este flop? Muchas: demasiado larga, demasiado «seria» para ser un blockbuster, ninguna estrella de moda en su reparto, otros taquillazos que le hicieron sombra o una campaña de promoción equivocada y/o insuficiente. Pero cuando una película que desea tan vehementemente ser popular se hunde de este modo pueden pasar dos cosas: que el film se extravíe para siempre en los oscuros y atestados cajones que corresponden al cine olvidable o que un pequeño grupo de cinéfilos avezados la rescaten (ahora o en un futuro próximo), la vuelvan a ver, la mimen, la reivindiquen y consigan que ‘El atlas de las nubes’ llegue a convertirse en lo que toda cinta fracasada aspira a ser: una película de culto.

¿Por qué pongo ‘Cloud Atlas’ en el lado de las películas que merecen salvarse? Vale, sí, es confusa, pretenciosa, le sobra metraje y la obsesión de sacar a TODOS los actores en TODAS las historias supera en varias ocasiones la frontera del ridículo debido a los delirantes maquillajes. Pero contiene un puñado de buenas ideas, como ese esplendoroso e inquietante Neo Seúl en el que habita la “replicante” Bae Doona. Su peripecia, por sí sola, podría haber dado lugar a una muy buena película. El problema no es que las otras historias sean malas (no lo son, de hecho, la comedia slapstick protagonizada por Jim Broadbent es casi mejor), sino que no están bien enlazadas entre sí y el conjunto es un tanto caótico. Pero al menos utiliza su enorme presupuesto para dotar a la cinta de una épica romántica, alejada de los puñetazos y explosiones de los típicos taquillazos hollywoodienses, que la acercan más a David Lean que a Matrix. Sí, está llena de filosofía barata, pero prefiero su holismo infantiloide a la moralina vagamente ecologista de Avatar, que era igual o más facilona y, aun así, la gente se daba de tortas por una entrada para ver a aquellos puñeteros bichos azules. El caso. Quizás el mundo no esté preparado todavía para esta película. O quizás solamente sea muy mala y yo soy el único que no me he dado cuenta.

Nota: 6/10
Lo mejor: Neo Seúl. Y una Hale Berry cada vez más guapa y mejor actriz.

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