A Dirty Carnival (Yoo Ha, 2006)

Gracias al cine, las vocaciones para dedicarse al crimen organizado se disparan periódicamente: si en los años 30 todos los niños querían ser John Dillinger, ese Robin Hood moderno de nuevo idealizado hace poco por Michael Mann en ‘Enemigos públicos’, después, los ejemplos del gángster como héroe romántico son inagotables, sobre todo desde que, en 1967, Hollywood finiquitase el Código Hays, que obligaba a que los mafiosos fuesen siempre villanos perversos y sin posibilidad de redención. El gángster de celuloide por excelencia al que todos quisiéramos parecernos de mayores es el Michael Corleone de la trilogía de ‘El padrino’. El pequeño de los Corleone es un hombre culto y refinado que, obligado por las circunstancias, se encuentra a la cabeza de un imperio mafioso, algo así como el Banco Santander del crimen organizado. Michael es un cruce entre sumo sacerdote y alto funcionario del mal, ordenando robos y asesinatos de un modo burocrático, siempre sin perder un atisbo de carisma y elegancia.

Pero no todos los gángsters pueden ser como él. Para hacer justicia a la realidad, la mayoría de los mafiosos en las películas deberían ser matones feos y palurdos que no saben hacer la o con un canuto. En las películas asiáticas, este tipo es más habitual que en Occidente, donde los forzadores mal encarados y brutales siempre son secundarios. La estupenda cinta ‘A Dirty Carnival‘ reflexiona sobre la imagen de los gángsters en el cine a través de la historia de un pandillero de poca monta con ínfulas de convertirse en el próximo Gran Capo que recibe una oferta para asesorar a un antiguo compañero de instituto, que se encuentra en proceso de dirigir una película de temática gangsteril. Hay que decir que la innegable apostura del protagonista, Zo In-Sung, no desentona con la imagen del gángster guapo italo-americano. Pero ahí acaban las coincidencias con el cine de Hollywood.

El protagonista de ‘A Dirty Carnival‘ es un malote de esos que te daban capones en el patio del colegio, un tipo detestable que justifica su tendencia a pegar palizas con la precaria situación en la que malvive su familia. Y es verdad que mafiosear no es un trabajo de ensueño, pero seguro que es peor estar ocho horas en la caja de un Mercadona. A pesar de sus limitaciones intelectuales, este señor conseguirá convertirse en una celebridad gracias al éxito de la película inspirada en su vida y, finalmente, hacerse con el trono de su organización mafiosa. Otra cosa es que, al final, acabe pagando por la osadía de eliminar a su antiguo jefe.

Pero no se engañen: aquí no hay moralina barata de esa que exudan las producciones norteamericanas. La violencia de la mafia está concebida como un ente amoral e infinito que no acaba nunca, pues a puñetazos, patadas, sangre y heridas solamente pueden suceder más puñetazos, más patadas, más sangre y más heridas. Aquí no hay culpabilidad y redención, sólo hay palizas, corruptelas, traiciones y gente normal que no entiende nada de este mundillo y a la que más le vale mantenerse apartada de él. Por eso, si me toca en Corea del Sur, yo ya no quiero ser un gángster.

Nota: 9/10
Lo mejor: la mejor escena en un karaoke jamás filmada, con permiso de la de ‘Lost in Translation’: el prota cantando el clásico del trot, DDang Bul, de Kang Jin, como si le fuese la vida en ello.

3 comentarios sobre “A Dirty Carnival (Yoo Ha, 2006)

  1. Muy buenos análisis de películas. Desgraciadamente a Chile no llega cine coreano, una pena, porque a los que nos gusta el buen cine (y está más que aburrido con el norteamericano) tenemos que hacer malabares para poder conseguirlas. Felicitaciones por su página.
    PD: el protagonista de esta película (el gánster) es So In Sung, no Lee Bo Young (ella es la enamorada del protagonista).

  2. Muchas gracias por la aclaración, me hago un lío con los nombres de los actores coreanos, la verdad. A España tampoco llegan muchas películas coreanas, aparte de las que estrena Media 3 y las que proyectan en el Centro Cultural Coreano de Madrid… Imagina de dónde sacamos la mayoría.

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